RELIGIOSOS
Nuestra vocación, como la de san José de Calasanz, está inscrita en nuestro corazón. Siendo parte de las Escuelas Pías, construimos la Iglesia. Es así como nuestro ministerio lo vivimos, según la obediencia, dedicados a la educación integral, en Piedad y Letras, de niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

Este ministerio lo asumimos como religiosos, es decir, hacemos votos de Pobreza, Castidad, Obediencia y, uno específico: la Educación.

Es la Pobreza la que nos permite vivir con un corazón que se entrega al trabajo, nos lleva a hacer uso moderado de los bienes, a cuidar las cosas comunes, y a poner al servicio de los demás nuestra capacidad de trabajo y nuestro tiempo.

La Castidad, vivida como un don especial que descubrimos, adquirimos y conservamos con el esfuerzo de cada día, nos impulsa a un amor libre, ordenado y universal, de tal manera que nos mantiene en nuestro esforzado deseo de vivir sólo para Dios, sirviendo a la humanidad.

La Obediencia nos lleva a descubrir lo que agrada a Dios Padre, de tal modo que la oración y la vida comunitaria nos permiten descubrir su voluntad, viviendo con los superiores el discernimiento cotidiano; es la obediencia la que nos conduce a la libertad interior.

Y por la Obediencia nos entregamos a nuestro ministerio, vivido como la misión educadora que busca la formación integral de la persona. Por esta razón, como escolapios, tenemos un cuarto voto: la Educación.

Como religiosos el ministerio lo conjugamos de manera fuerte e importante con la oración y la vida comunitaria.

 

Q

Nuestra fórmula de la Profesión:

 

Yo N.N. de S.N., nacido en N.,
de la diócesis de N.,
deseando seguir a Cristo más de cerca,
hago mi Profesión solemne (simple)
en la Orden de las Escuelas Pías;
y en tus manos, P.N.N.,
libremente y de todo corazón
hago voto a Dios Todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
de Castidad, Pobreza y Obediencia
y, según ésta, de dedicarme especialmente
a la educación de los niños,
conforme a las Constituciones de la Orden. Esta profesión y votos,
bajo la protección de la Bienaventurada
Virgen María, Madre de Dios,
y de nuestro Santo Padre, José de Calasanz,
los considero firmes, ratos y válidos,
y quiero que así lo sean para siempre
(por un año).
En fe de lo cual,
cuanto he escrito lo firmo
de propio puño y letra,
en la casa de N., a . de . de .

(Constituciones de la Orden de las Escuelas Pías, n. 119)